La respuesta correcta más bien es la contraria. Luna era, en origen, un nombre propio que se convirtió en una sustantivo genérico para referirse también a los satélites de otros planetas. Durante cientos de años de historia humana no hubo necesidad de buscar nombre a otras lunas sencillamente porque no se conocían. Los primeros satélites más allá del nuestro furon los que Galileo descubrió en Júpiter en 1610.
Etimológicamente, la palabra luna proviene directamente del latín y a su vez de la raíz indoeuropea leuksna que proviene del griego leukós (blanco brillante). Luna significa literalmente la luminosa, la que ilumina. Los antiguos griegos, sin embargo, la conocían como la diosa Selene. Por su parte, la palabra inglesa Moon tiene origen protogermánico. En inglés ántiguo era mōna y proviene de los términos holendés Maan y alemán Mond.
Vía Gizmodo