El resultado son aeronaves sin piloto que conservan algunas de sus capacidades.
Aunque no disparan, sí pueden volar controlados de forma remota y sin piloto.
Se utilizan como objetivos voladores y a escala real para pruebas, como objetivos «casi reales» contra los cuales probar nuevas armas y nuevas generaciones de cazas.
También se usan en para el entrenamiento de pilotos.
La conversión de los F-16 en QF-16, que es la denominación que adquieren una vez convertidos en aviones no tripulados, cuesta algo más de un millón de euros por unidad.
El proceso dura varios meses y comienza con la extracción de componentes y elementos prescindibles, cambios estructurales y la incorporación de todo el cableado y la electrónica —incluyendo un ordenador de vuelo mejorado– que reemplazará al piloto humano, explican en Avionics Magazine.
Antes que estos F-16 hasta ahora la US Air Force venía utilizando con el mismo fin los aún más viejos F-4 Phantoms convertidos en drones, los QF-4, los cuales ya empiezan a escasear.
Vía Microsiervos